He leído tres libros de Carlos Castaneda: Las enseñanzas de Don Juan, El arte de ensoñar y Viaje a Ixtlán, en este orden. Con los primeros dos pensé: entiendo de qué va Castaneda, pero no es para mí. Con el tercero sentí, finalmente, la maestría de estos relatos. Y, como, creo, el libro, Viaje a Ixtlán, habla por sí mismo sin necesidad de ninguna otra explicación, o descripción, o narración, me dediqué a reescribir las citas que más me intrigaron de sus páginas. Un poco para que las palabras, verdaderamente, quedaran impregnadas en mi cuerpo, y otro más para compartir lo que sentí como un encuentro real con la descripción del viaje de un guerrero.
Completé trece páginas en un documento de word, a renglón sencillo, Times New Roman 12, solo con las citas que llamaron mi atención. Hubo una, en específico, que me voló la cabeza y es la única que dejo en mayúsculas, pero las mayúsculas son mías.
Por lo que, a quien le interese lo dejó por aquí mi selección.
Viaje al Ixtlán: lo que subrayé
PRIMERA PARTE: PARAR EL MUNDO
I. LAS REAFIRMACIONES DEL MUNDO QUE NOS RODEA
—Uno
puede recibir acuerdos de todo lo que lo rodea. (29)
II. BORRAR LA HISTORIA PERSONAL
—Vale
más borrar toda historia personal, por eso nos libera de la carga de los
pensamientos ajenos. (35)
—No
tomes las cosas por hechas. Debes empezar a borrarte. (37)
—Lo
malo es que, una vez que te conocen, te dan por hecho, y desde ese momento no
puedes ya romper el lazo de sus pensamientos. A mí en lo personal me gusta la
libertad ilimitada de ser desconocido. (38)
—Cuando
uno no tiene historia personal, nada de lo que dice puede tomarse como una
mentira. Tu problema es que tienes que explicarle todo a todos, por obligación,
y al mismo tiempo quieres conservar la frescura, la novedad de lo que haces.
(39)
—[…]
o tomamos todo por cierto, o no. (39)
III. PERDER LA IMPORTANCIA
[…]
me enseñó una forma correcta de andar. Dijo que yo debía curvar suavemente los
dedos mientras caminaba, para conservar la atención en el camino y los
alrededores. Aseveró que mi forma ordinaria de andar debilitaba, y que nunca
había que llevar nada en las manos. De ser necesario, debía usar una mochila o
cualquier clase de red portadora o bolsa para los hombros. Su idea era que, obligando
a las manos a adoptar una posición específica, uno era capaz de mayor energía y
mayor lucidez. (42)
—Los
cuervos que vuelan o graznan no son nunca un acuerdo. ¡Eso fue una señal! (43)
—Te
tomas demasiado en serio. Te das demasiada importancia. ¡Eso hay que cambiarlo!
Te sientes de lo más importante, y eso te da pretexto para molestarte con todo.
Eres tan importante que puedes marcharte así nomás si las cosas no salen a tu
modo. Sin duda piensas que con eso demuestras tener carácter. ¡Eres débil y arrogante!
(45)
—El
mundo que nos rodea es muy misterioso. No entrega fácilmente sus secretos. (47)
—Mientras
te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo
que te rodea. (47)
—Y
los hombres no son mejores que ninguna otra cosa. Si una plantita es generosa
con nosotros, debemos darle las gracias, o quizá no nos deje ir. (50)
IV. LA MUERTE COMO CONSEJERA
—¿Cómo
puede darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando? (62)
—Cuando
estés impaciente lo que debes hacer es voltear a la izquierda y pedir consejo a
tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con solo que tu muerte
te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la
sensación de que tu compañera está allí vigilándote. (62)
—La
muerte es la única consejera sabia que tenemos. Cada vez que sientas, como
siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que están a punto de ser
aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te
dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte
te dirá: Todavía no te he tocado. (63)
—Uno
de nosotros tiene que pedir un consejo a la muerte y dejar la pinche mezquindad
de los hombres que viven sus vidas como si la muerte nunca los fuera a tocar.
(63)
V. HACERSE RESPONSABLE
—Digamos
que yo conozco toda clase de cosas porque no tengo historia personal, y porque
no me siento más importante que ninguna otra cosa, y porque mi muerte está
sentada aquí conmigo. (66)
—Cuando
un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar
responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué
lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni
remordimientos acerca de ellas. (69)
—Yo
no tengo duda ni remordimiento. Todo cuanto hago es mi decisión y mi
responsabilidad. La cosa más simple que haga, llevarte a caminar en el
desierto, por ejemplo, puede muy bien significar mi muerte. La muerte me
acecha. Si tengo que morir como resultado de sacarte a caminar, entonces debo
morir. (69)
—No
hay tiempo para lamentos y dudas. Solo hay tiempo para decisiones. (70)
—Cuando
te enojas siempre te crees en lo justo, ¿verdad? (72)
VI. VOLVERSE CAZADOR
—Nadie
puede decirte lo que debes sentir. (85)
—Dijo
que yo alcahueteaba para otros. Que no planeaba mis propias batallas, sino las
batallas de unos desconocidos. Que no me interesaba aprender de plantas ni de
cacería ni de nada. Y que su mundo de actos, sentimientos, y decisiones
precisas era infinitamente más efectivo que la torpe idiotez que yo llamaba mi
vida. (92)
VII. SER INACCESIBLE
—¿Por
qué debería ser el mundo solo como tú crees que es? ¿Quién te dio la autoridad
para decir eso? (95)
—[…]
si vivieras aquí en el desierto sabrías que durante el crepúsculo el viento se
transforma en poder. (102)
—Debes
ponerte fuera del alcance. Debes rescatarte de en medio del camino. (104)
—Ésta
es la ocasión en que debes olvidar tu idea de ser muy importante. (105)
—Ser
inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. (107)
—No
usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.
(107)
—Ponerse
fuera del alcance significa que evitas agotarte a ti mismo y a los otros.
Significa que no estás hambriento y desesperado, como el pobre hijo de puta
que siente que no volverá a comer y
devora toda la comida que puede. (107)
—Un
cazador sabe que atraerá caza a sus trampas una y otra vez, así que no se
preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te
preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te
aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o la persona de la que estás
agarrado. (108)
—Es
inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda
cuando necesita quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna.
(108)
VIII. ROMPER LAS RUTINAS DE LA VIDA
—Un
cazador digno de serlo no captura animales porque pone trampas, ni porque
conoce las rutinas de su presa, sino porque él mismo no tiene rutinas. Ésa es
su ventaja. […] es libre, fluido, imprevisible. (114)
—Todos
nosotros nos portamos como la presa que perseguimos. Eso, por supuesto, nos
hace ser la presa de algún otro. (115)
IX. LA ÚLTIMA BATALLA SOBRE LA TIERRA
—Por
desdicha, los cambios son difíciles y ocurren muy despacio; a veces un hombre
tarda años en convencerse de la necesidad de cambiar. Creo que para mí lo más
difícil fue querer realmente cambiar. (119)
—Siempre
te sientes obligado a explicar tus actos, como si fueras el único hombre que se
equivoca en la tierra. Es tu viejo sentimiento de importancia. Tienes
demasiada; también tienes demasiada historia personal. Por otra parte, no te
haces responsable de tus actos; no usas tu muerte como consejera y, sobre todo,
eres demasiado accesible. (121)
—No estamos hablando de lo
mismo. Para ti el mundo es extraño porque cuando no te aburre estás enemistado
con él. Para mí el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso,
impenetrable; mi interés ha sido convencerte de que debes hacerte responsable
por estar aquí, en este maravilloso mundo, en este maravilloso desierto, en
este maravilloso tiempo. Quise convencerte de que debes aprender a hacer que
cada acto cuente, pues vas a estar aquí un corto rato, de hecho, muy corto para
presenciar todas las maravillas que existen. (122)
—Esto, lo que estás haciendo
ahora, puede ser tu último acto sobre la tierra. (123)
—El cambio del que hablo
nunca sucede por grados; ocurre de golpe. Y tú no te estás preparando para ese
acto repentino que producirá un cambio total. (124)
—No has cambiado en nada.
Por eso crees estar cambiando poco a poco. Pero a lo mejor un día de éstos te
sorprendes cambiando de repente y sin una sola advertencia. (124)
—Hay algunas personas que
tienen mucho cuidado con la naturaleza de sus actos. Su felicidad es actuar con
el conocimiento pleno de que no tienen tiempo; así, sus actos tienen un poder
peculiar; sus actos tiene un sentido de… poder. (125)
—Hay una extraña felicidad
ardiente en actuar con el pleno conocimiento de que lo que uno está haciendo
puede muy bien ser su último acto sobre la tierra. (125)
—No tienes tiempo. Ésa es la
desgracia de los seres humanos. (126)
—Pon tu atención en el lazo
que te une con tu muerte, sin remordimiento ni tristeza ni preocupación. Por tu
atención en el hecho de que no tienes tiempo, y deja que tus actos fluyan de
acuerdo con eso. Que cada uno de tus actos sea tu última batalla sobre la
tierra. (127)
—Si vas a morir no hay
tiempo para la timidez, sencillamente porque la timidez te hace agarrarte de
algo que solo existe en tus pensamientos. Te apacigua mientras todo está en
calma, pero luego el mundo de pavor y misterio abre la boca para ti, como la
abrirá para cada uno de nosotros, y entonces te da cuenta de que tus caminos
seguros nada tenían de seguro. (127)
—La llamo batalla porque es
una lucha. La mayoría de la gente pasa de acto a acto sin luchar ni pensar.
(127)
—Un cazador da a su última
batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la tierra
sea lo mejor de sí mismo. (128)
—Las fuerzas que guían a los
hombres son imprevisibles, pavorosas, pero su esplendor es digno de verse.
(128)
—Somos basuras en manos de
esas fuerzas. Conque deja de darte importancia y usa este regalo como se debe.
(131)
X. HACERSE ACCESIBLE AL PODER
—El poder era una fuerza
devastadora que fácilmente podía conducir a la muerte, y había que tratarlo con
enorme cuidado. Había que ponerse sistemáticamente al alcance del poder, pero
siempre con gran cautela. (152)
—Un estallido controlado y
una quietud controlada era la marca de un guerrero. (152)
XI. EL ÁNIMO DE UN GUERRERO
Me puse a pensar en mi vida
y en mi historia personal y experimenté una familiar sensación de tristeza y
remordimiento. Dije a don Juan que yo no merecía estar allí, que su mundo era
fuerte y bello y yo era débil, y que mi espíritu había sido deformado por las
circunstancias de mi vida.
Dijo que yo era un hombre.
Y, como cualquier hombre, merecía todo lo que era la suerte de los hombres
—alegría, dolor, tristeza y lucha—, y la naturaleza de nuestros actos carecía
de importancia siempre y cuando actuáramos como guerreros.
Si, en verdad, sentí que mi
espíritu estaba deformado, debía componerlo —purificarlo, hacerlo perfecto—
porque en toda nuestra vida no había otra tarea digna de emprenderse. No
arreglar es espíritu era buscar la muerte, y eso era igual que no buscar nada,
pues la muerte nos iba a alcanzar de cualquier manera.
—Por mucho que te guste
compadecerte a ti mismo, tienes que cambiar eso —dijo— no encaja con al vida de
un guerrero.
—La pena no encaja con el
poder. El ánimo de un guerrero implica que el guerrero se controla y al mismo
tiempo se abandona.
—Enfocas tu mirada en tus
manos, como punto de partida. Luego pasas la mirada a otras cosas y les echas
vistazos cortos. Enfoca la mirada en tantas cosas como puedas. Recuerda que si
solo miras un momento las imágenes no cambian. Luego regresas a tus manos.
—El siguiente paso para
arreglar los sueños es aprender a viajar. Puedes moverte con la voluntad, ir a
cualquier sitio. Primero tienes que determinar a dónde quieres ir. Escoge un
lugar bien conocido. Tu escuela, un parque, o la casa de un amigo. Luego pon tu
voluntad en ir allí.
—El miedo te metió en el
ánimo de un guerrero, pero ahora que lo conoces, cualquier cosa puede servir
para que te metas en él. (171)
—Es conveniente actuar
siempre con ese ánimo. Acaba con la idiotez y lo deja a uno purificado. (172)
—Uno necesita el ánimo de un
guerrero para cada uno de sus actos. No hay poder en una vida que carece de
este ánimo. (172)
—Un guerrero es un cazador.
Todo lo calcula. Eso es control. Pero una vez terminados sus cálculos, actúa.
Se deja ir. Eso es abandono. Un guerrero no es una hora a merced del viento.
Nadie lo empuja; nadie lo obliga a hacer cosas en contra de sí mismo o de lo
que juzga correcto. Un guerrero están entonado para sobrevivir, y sobrevive del
modo posible. (172)
—Un guerrero podría sufrir
daño, pero no ofensa. Para un guerrero no hay nada ofensivo en los actos de sus
semejantes mientras él mismo esté actuando dentro del ánimo correcto. (173)
—Considerar iguales al puma
y a las ratas de agua y a nuestros semejantes es un acto magnífico del espíritu
del guerrero. Se necesita poder para llevarlo a cabo. (173)
XII. UNA BATALLA DE PODER
—El poder es un asunto muy
peculiar. No puedo decir con exactitud lo que realmente es. Es un sentimiento
que uno tiene sobre ciertas cosas. (175)
—Así es el poder. Te manda,
y sin embargo te obedece. (175)
—Un cazador de poder lo
atrapa y luego lo guarda como su hallazgo personal. Así, el poder personal
crece, y puede darse el caso de un guerrero que, de tanto poder personal que
tiene, se hace hombre de conocimiento. (175)
—¿Cómo guarda uno el poder?
Eso también es un sentimiento. Depende de la clase de persona que sea el
guerrero. Mi benefactor era un hombre de naturaleza violenta. Guardaba poder a
través de ese sentimiento. Todo cuanto hacía era fuerte y directo. Dejaba la
impresión de algo que pasaba aplastando las cosas. Y todo cuanto le ocurrió
tuvo lugar de ese modo.
—Soy tan joven como quiero.
Esto también es cosa de poder personal. Si vas juntando poder, tu cuerpo puede
realizar hazañas increíbles. En cambio si disipas el poder, te pones viejo y
gordo de la noche a la mañana. (178)
—Mira sin parpadear hasta
que veas. (180)
Dijo que, al actuar de mala
gana, estaba yo tratando con descuido el poder, y que, si no ponía un alto, el
poder se volvería contra nosotros y jamás saldríamos con vida de aquellos
montes desolados. (187)
—Un cazador de poder vigila
todo. Y cada cosa le dice algún secreto. (188)
—Tú solo te estás
consumiendo ahora, con tus ideas y tus dudas estúpidas. Ésa es tu manera de
entregarte y sucumbir. (191)
—La muerte siempre está
esperando, y cuando el poder del guerrero mengua, la muerte simplemente lo
toca. Por eso, aventurarse a lo desconocido sin ningún poder es estúpido. Solo
se encuentra la muerte. (192)
—No te esfuerces queriendo
resolverlo. El mundo es un misterio. (192)
—Poder suficiente para ver y
para parar el mundo. (193)
—Una de las artes del
guerrero es derribar el mundo por una razón específica y luego restaurarlo para
seguir viviendo. (193)
Dijo que la batalla de poder
todavía no terminaba, y que yo debía enseñar a mi espíritu a ser impasible.
Nada de lo que hiciera debería revelar lo que en realidad sentía, a menos que
deseara quedarme atrapado. (195)
Dijo que yo debía actuar
como si no hubiese nada fuera de lo común, porque los sitios de poder, como ése
en el que estábamos, tenían la propiedad de absorber a quien se hallaba
inquieto. (195)
XIII. LA ÚLTIMA PARADA DE UN GUERRERO
Dijo que lo que hacíamos no
era una prueba, que estábamos esperando una señal, y si la señal no llegaba la
conclusión sería que yo no había tenido éxito en mi cacería de poder, en cuyo
caso me vería libre de cualquier imposición futura y podría ser todo lo
estúpido que me viniese en gana. (200)
Dijo que, si yo caminaba
sobre sus huellas, el poder que él disipaba al andar se me transmitiría. (200)
Con mucha gentileza me hizo
girar para que mirara el este y dijo que no había necesidad de mi condenado
reloj, que estábamos en una hora mágica y que íbamos a saber con seguridad si
era yo capaz o no de perseguir el poder. (203)
—Tienes que tener una
cautela infinita. Cuando uno maneja poder, hay que ser perfecto. Los errores
son mortales. (208)
—Tú y yo somos muy
distintos. Tú eres más criatura de la noche. Yo prefiero el brillo joven de la
mañana. (214)
—El conocimiento es poder.
Toma mucho tiempo juntar el poder suficiente incluso para hablar de él. (214)
—Y luego tú tendrás que
venir solo hasta que estés saturado de él, hasta que el cerro te rezume. Sabrás
la hora en que estés lleno de él. Este cerro, como es ahora, será entonces el
sitio de tu última danza. (216)
—Y, por fin, un día que su
tiempo en la tierra ha terminado y siente el toque de la muerte en el hombro
izquierdo, su espíritu, que siempre está listo, vuela al sitio de su
predilección y allí el guerrero baila ante su muerte. Cada guerrero tiene una
forma específica, una determinada postura de poder, que desarrolla a lo largo
de su vida. Es una especie de danza. Un movimiento que él hace bajo la
influencia de su poder personal. (216-217)
—Así que, hablando con
propiedad, la postura, la forma de un guerrero, es la historia de su vida, una
danza que crece conforme él crece en poder personal. (217)
—Un guerrero no es más que
un hombre. Un hombre humilde. No puede cambiar los designios de su muerte. Pero
su espíritu impecable, que ha juntado poder tras penalidades enormes, puede
ciertamente detener a su muerte un momento, un momento lo bastante largo para
permitirle regocijarse por última vez en el recuerdo de su poder. (218)
—Morir es algo monumental.
(218)
—Tu danza hablará de los
secretos y las maravillas que has atesorado. (218)
XIV. LA MARCHA DE PODER
—Un hombre de conocimiento
sabe que la muerte es el último testigo porque la ve. (219)
—La muerte no es como una
persona. Es, más bien, una presencia. Pero también podría uno decir que no es
nada y sin embargo es todo. Uno tendría razón en todos los aspectos. La muerte
es cualquier cosa que uno desee. (220)
—[…] un pájaro, una luz, una
persona, una mata, una piedrita, un trozo de niebla, o una presencia
desconocida. (220)
—No importa cómo lo hayan
criado a uno. Lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el
poder personal. (221)
—Necesitas creer que el
poder personal puede usarse y que es posible guardarlo, pero hasta ahora no te
has convencido. (221)
—Pero estar convencido
significa que puedes actuar por ti mismo. Todavía te costará una gran cantidad
de esfuerzo el hacerlo. (221)
—Un hombre de conocimiento
es alguien que ha seguido, de verdad, las penurias del aprendizaje. Un hombre
que, sin apurarse ni desfallecer, ha llegado lo más lejos que puede en
desentrañar los secretos del poder personal. (222)
—No hago nada. Mi cuerpo se
siente perfectamente, eso es todo. Me trato muy bien; por eso no tengo motivo
para sentirme cansado o incómodo. El secreto no está en lo que tú mismo te
haces, sino más bien en lo que no haces. (225)
—Supongo que puedes decir
que fue mi poder, aunque eso no es realmente exacto. El poder no pertenece a
nadie. Algunos de nosotros podemos guardarlo, y luego se le podría dar
directamente a otra persona. (230)
—Todo lo que hace un hombre
gira sobre su poder personal. Así pues, para quien no tiene, los hechos de un
hombre poderoso son increíbles. Se necesita poder hasta para concebir lo que es
el poder. (230)
—Un guerrero es impecable
cuando confía en su poder personal, sin importar que sea pequeño o enorme.
(235)
—La marcha de poder es para
correr de noche. (236)
Dijo que la clave era dejar
al poder personal fluir libremente, para que se mezclara con el poder de la
noche; una vez que ese poder tomaba las riendas no había posibilidad de
resbalar. (237)
—El poder tiene la
peculiaridad de que no se nota cuando se lo está guardando. (248)
—Toda tu vida le has llevado
la corriente a todo el mundo y eso, claro, te coloca automáticamente por encima
de todos y de todo. Pero tú sabes que eso no puede ser. Eres solo un hombre, y tu vida es demasiado
breve para abarcar todas las maravillas y todos los horrores de este mundo
prodigioso. Por eso, tu manera de darle cuerda a la gente es una cosa asquerosa
que te hace quedar muy mal. (249)
—Por ejemplo, tu cuerpo
necesita sustos. Le gustan. Tu cuerpo necesita la oscuridad y el viento. Tu
cuerpo conoce ya la marcha de poder y arde en deseos de probarlo. Tu cuerpo
necesita poder personal y arde en deseos de tenerlo. (250)
XV. NO HACER
Dijo estar cansado de que yo
actuara como un ser de importancia suprema, a quien una y otra vez había que
dar pruebas de que el mundo es desconocido y prodigioso. (254)
Dijo que lo único que yo
sabía buscar era un sentimiento de desorientación, malestar y confusión.
Rio
con burla y me aseguró que, para lograr la hazaña de sentirme desdichado, yo
debía trabajar en forma muy intensa, y que era absurdo el que nunca me hubiera
dado cuenta de que lo mismo podía trabajar para sentirme completo y fuerte.
—El
chiste está en lo que uno recalca. O nos hacemos infelices o nos hacemos
fuertes. La cantidad de trabajo es la misma. (256)
—Hacer es lo que hace esa rosa esa
roca y esa mata una mata. Hacer es lo
que te hace ser tú y a mí ser yo. Eso es lo malo de hablar. Siempre lleva a
confundir las cosas. Si uno se pone a hablar de hacer, siempre termina hablando de algo más. Lo mejor es no decir
nada y nomás actuar. (262)
—Tú haces de esto una piedra
porque conoces el hacer necesario
para eso. Ahora, si quieres parar el mundo, debes parar de hacer. (263)
—LA PARTE MÁS DIFÍCIL DEL
CAMINO DEL GUERRERO ES DARSE CUENTA DE QUE EL MUNDO ES UN SENTIR. (268)
—No-hacer
es muy
sencillo pero muy difícil. No es cosa de entenderlo, sino de dominarlo. Ver, por supuesto, es la hazaña final de
un hombre de conocimiento, y solo se logra ver
cuando uno ha parado el mundo a
través de la técnica de no-hacer.
(269)
—Una vez alcanzado cierto
nivel de poder personal, se hacía innecesario el ejercicio o cualquier
entrenamiento de ese tipo, ya que, para hallarse en forma impecable, la única
práctica necesaria era la de “no-hacer”. (270)
—Las sombras son como
puertas, las puertas de no-hacer. Un
hombre de conocimiento, por ejemplo, puede penetrar los sentimientos íntimos de
la gente mirando sus sombras. (271)
Clarificó sus instrucciones
diciendo que, al buscar un sitio de reposo, había que mirar sin enfocar, pero
al observar sombras había que bizquear y, al mismo tiempo, conservar enfocada
una imagen clara. (272)
La afirmación de que yo
había agrandado el mundo al reducirlo me intrigó sobremanera. (274)
—Verás: soñar es el no-hacer de
los sueños, y conforme progreses en el no-hacer
progresarás en el soñar. (275)
— […] un guerrero no
necesita creer, porque mientras continúe actuando sin creer está no-haciendo. (275)
— […] lo único real es el
ser que hay en ti y que va a morir. Llegar a ese ser, al ser que va a morir es
el no-hacer de la persona. (277)
XVI. EL ANILLO DE PODER
—Todo cuanto hacemos, como
ya te dije, es asunto de hacer. (291)
—Digamos que, cuando
nacemos, traemos un anillo de poder. (291)
—Tu dificultad es que
todavía no desarrollas tu otro anillo de poder y tu cuerpo no sabe no-hacer. (293)
—A todos nosotros nos han
enseñado a estar de acuerdo en hacer. No tienes idea del poder que ese acuerdo
implica. Pero, por fortuna, no-hacer es igual de milagroso y poderoso. (293)
—Tienen que pasarte cosas
muy drásticas para que permitas a tu cuerpo aprovechar lo que has aprendido.
(294)
—Un guerrero es como un
pirata que no tiene escrúpulos en tomar y usar cualquier cosa que desee, solo
que el guerrero no se aflige ni se ofende cuando lo usan y lo toman a él. (295)
XVII. UN ADVERSARIO QUE VALE LA PENA
—Cuando un guerrero se
encuentra con su adversario, y el adversario no es un ser humano ordinario,
tiene que plantarse. Eso es lo único que lo hace invulnerable. (310)
—Un guerrero vive su vida
estratégicamente. (312)
—Por lo pronto tu única
defensa es plantarte y bailar tu danza. (313)
SEGUNDA PARTE: EL VIAJE A IXTLÁN
XVIII. EL ANILLO DE PODER DEL BRUJO
—La suerte, la buena
fortuna, el poder personal, o como lo quieras llamar, es un estado peculiar de
cosas. Es como un palito que sale frente a nosotros y nos invita a arrancarlo.
(323)
—Un guerrero, en cambio,
siempre está alerta y duro y tiene la elasticidad, el donaire necesario para
agarrarlo. (323)
Declaró hallarse seguro de
que yo sabía exactamente lo que pasaba, pero fingía no saberlo y lo que me
enojaba era el acto de fingir. (328)
XIX. PARAR EL MUNDO
—No hay enfermedades. Solo
hay idioteces. Y tú te haces el idiota al tratar de explicarlo todo. Las
explicaciones ya no son necesarias en tu caso. (338)
—Eres muy listo, regresas a
donde siempre has estado. Pero esta vez se te acabó el juego. No tienes a dónde
regresar. Ya no voy a explicarte nada. Que tu cuerpo decida qué es qué. (339)
—Ya no hay tiempo para lo
que hacíamos antes. Ahora debes emplear todo el no-hacer que te he enseñado, y parar
el mundo. (339)
El escarabajo y yo estábamos
a la par. Ninguno era mejor que el otro. Nuestra muerte nos igualaba. (342)
Yo vivía en un mundo lleno
de misterio y, como todos los demás, era un ser lleno de misterio, y sin
embargo no tenía más importancia que un escarabajo. (343)
—Lo que se paró ayer dentro
de ti es lo que la gente te ha estado diciendo que es le mundo. (347)
— […] distraer tus
pensamientos y permitir que tu cuerpo viera.
(350)
—Lo de verdad es cuando el
cuerpo se da cuenta de que puede ver. (350)
—Para ver hay que aprender
la forma en que los brujos miran el mundo; por eso hay que llamar al aliado, y
una vez que se llama, viene. (350)
—Para ver hay que aprender a
mirar al mundo en alguna otra forma, y la única otra forma que conozco es la
del brujo. (350)
XX. EL VIAJE A IXTLÁN
—A propósito, ésa es siempre
la señal de que uno está listo; digo, cuando el cuello se pone duro. (353)
— […] la posición correcta:
el cuerpo ligeramente doblado en las rodillas, los brazos colgando a los lados
con los dedos curvados suavemente. (353)
—Todo lo que tienes que
hacer es plantarte con firmeza para soportar el impacto. (354)
Ni siquiera encuentro los
sitios que conocía. Nada es ya lo mismo. (361)
—Tus sentimientos y tu
ansiedad son los de la gente. (361)
—Lo que dejaste allí está
perdido para siempre. (362)
—[…] lo importante para
todos nosotros es el hecho de que todo cuando amamos, odiamos, o deseamos ha
quedado atrás. Pero los sentimientos del hombre no mueren ni cambian, y el
brujo inicia su camino a casa sabiendo que nunca llegará, sabiendo que ningún
poder sobre la tierra, así sea tu misma muerte, lo conducirá al sitio, las
cosas, la gente que amaba. (362)
—Tu aliado te llevará, a ti
solo, a mundos desconocidos. (363)
—Solo como guerrero se puede
sobrevivir en el camino del conocimiento. Porque el arte del guerrero es
equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre. (365)
Vi la soledad humana como
una ola gigantesca congelada frente a mí, detenida por el muro invisible de una
metáfora. (365)
—Si quieres sobrevivir,
debes ser claro como el cristal y estar mortalmente seguro de ti mismo. (365)
Castaneda, Carlos. (1975). Viaje a Ixtlán. Fondo de Cultura
Económica. México: 1ª edición.